RUTA DE 1 DIA.
RUTA ESPECIAL COLECTIVOS: (Familias, Grupos y asociaciones, Tercera Edad, Colegios e institutos).

Durante el siglo XVI y principios del XVII, la facción mendicante de la Orden de San Francisco, creada por San Pedro de Alcántara, realizó asentamientos conventuales en todas las zonas rurales repobladas al suroeste de la península, con el objetivo de atender las necesidades espirituales de sus habitantes a la vez que desarrollar la vida monacal dentro de la más estricta pobreza y de una sencillez de vida, que necesitaba de la mendicancia para subsistir. 

Así, ubicados siempre en el extrarradio de los municipios, suficientemente alejados de ellos para vivir en comunidad y cercanos para atender espiritualmente a sus habitantes, los conventos franciscanos se asentaron en bellísimos edificios de arquitectura mudéjar, construidos bajo las severas normas y proporciones dictadas por San Pedro, donde la vida monacal se desarrollaba entre el culto en el templo para los fieles y los espacios interiores reservados para los monjes, como el claustro, la sala capitular, la sacristía, el refectorio, las cocinas con almacenes y despensas, las celdas individuales, los coros y, en ocasiones, la zona de enfermería y el hospital de caridad para pobres y peregrinos.

En su interior esos monasterios centraron la vida intelectual del territorio, desarrollando espacios de gran belleza formal y arquitectónica, ornamentados con series de frescos con la vida y obras de los santos de la orden, fundamentalmente San Francisco y sobre las familias mecenas de dichos conventos. Y a la vez supusieron punto de encuentro de ferias de comercio alrededor de productos de la huerta y del ganado, casi siempre vacuno, siendo germen de las futuras ferias de ganado y con ellas, de las fiestas de la tauromaquia.

Esta ruta propone un recorrido por algunos ejemplos de estos conventos mendicantes, alrededor del territorio del sur extremeño, muy cercano a Andalucía y a la raya portuguesa, en lo que la orden denominaba encomienda de San Miguel. En su visita recorreremos sus espacios monacales interiores, sus áreas exteriores de huertas y jardines, visitaremos algunos museos específicos de la orden franciscana y comprobaremos en algunos casos el nuevo uso que estos edificios han ido adquiriendo con el tiempo.

Y todo ello entre un paisaje lleno de encinas y alcornoques, mundo del cerdo ibérico en montanera, de la afición taurina y de la fauna y flora autóctonas. Hombre y naturaleza unidos en pos de su conservación sostenible, en este caso, alrededor de asentamientos destinados al culto y la vida monacal franciscana…